«Recibid el Espíritu Santo»…

«Recibid el Espíritu Santo»…

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Ya nadie nos podrá callar ni quitar la alegría


Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era una soledad caótica… «mientras el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas» (Gén. 1,1-2). ¿Hay caos en el corazón humano? Y ¿en la convivencia humana? ¿Hay cobardía y rutina en nuestra Iglesia? Estas preguntas nos enfrentan con el caos que podemos padecer en lo personal, en lo social y con la incoherencia de nuestro apostolado.

La cuestión social está más presente en la prensa, en la televisión, en internet; las contradicciones de nuestra vida de fe afloran en nuestra conciencia porque dificultan nuestro encuentro con el Resucitado. Al mismo tiempo son oportunidad para profundizar en las causas de nuestra incoherencia cristiana.

Hoy, la lectura del Evangelio de Juan nos lleva a un Pentecostés anticipado respecto a la lectura de los Hechos de los Apóstoles. El Pentecostés del Cenáculo acontece en el domingo mismo de la Resurrección cuando Jesús «sopló sobre ellos y añadió: recibid el Espíritu Santo». Es fruto y regalo de la Pascua. Brota del pecho de Jesús, del mismo corazón del Señor Resucitado. El perdón, el compromiso por la paz, por un mundo más justo, la misión para que «venga a nosotros tu Reino» es posible con la fuerza que nos da el Espíritu. Jesús cumple su promesa; no nos ha prometido un mundo sin pobres, sin dolor, sin muerte; nos ha prometido el Espíritu defensor, «huésped del alma, tregua en el duro trabajo, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos».

En la lectura de los Hechos el Espíritu irrumpe cincuenta días después, cuando estaban todos juntos perseverando «unánimes en oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús…» La liturgia culmina hoy la cincuentena pascual. Si hemos vivido, como un proceso, los encuentros de los Apóstoles con el Resucitado, tenemos el corazón preparado para acoger el Espíritu y abandonar los miedos que nos paralizan; ya nadie nos podrá callar ni quitar la alegría.

Pablo nos da la clave para distinguir el verdadero del falso Espíritu: «en cada uno se manifiesta para el bien común». Llama profunda que escrutas e iluminas el corazón del hombre: restablece la fe con tu noticia, y el amor ponga en vela la esperanza hasta que el Señor vuelva. (Himno de laudes).

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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