VIGILANTES, DESPIERTOS

VIGILANTES, DESPIERTOS

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Escucha los latidos del Reino que alienta Jesús y ponte en camino, aunque el viento es contrario. Él camina con nosotros.


Son muchos los filósofos y estudiosos del hombre moderno que constatan el vacío de la sociedad occidental. Mariano Berges, por ejemplo. Es frecuente el vacío interior, la acedia, la tristeza que paraliza y que lleva a encogerse de hombros, a no saber por dónde tirar ni cómo unificar el proceso de la vida personal y, mucho menos, el devenir de la historia colectiva. Son conocidos los calificativos de cultura «fragmentada y líquida» para describir el ambiente que respiramos.

Jesús es distinto, original; nos libera del miedo que nos paraliza porque es libre para entregar su vida; el manantial de la Vida es la humildad, lo contrario de las fuerzas que dominan y esclavizan: «no temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino». Desde esta clave la vida es nueva, distinta: «hacéos talegas que no se echen a perder». ¿Dónde tenemos el corazón?, ¿en qué cimentamos nuestra vida, nuestra seguridad, nuestra felicidad?

El Reino llega con Jesús. Él viene cuando menos lo esperamos. Si el corazón le espera, cuando llegue le abriremos y nos sentará a la mesa y nos servirá. Si le esperamos con humildad, como mendigos de su Cuerpo y de su Sangre, no seremos dueños de nada ni de nadie, sino administradores y hermanos, servidores.

Cuando escuchamos al mundo después de haber escuchado a Dios caemos en cuenta que tenemos delante el camino de la muerte o de la vida. La decisión es nuestra, tuya y mía. No queremos sostener la injusticia. Escucha los latidos del Reino que alienta Jesús y ponte en camino, aunque el viento es contrario. Él camina con nosotros.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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