Volver a la casa del Padre

Volver a la casa del Padre

Este domingo de Cuaresma nos invita a volver a la casa paterna…

3 Domingo de Cuaresma – Ciclo C

Domingo 10 de Marzo de 2013

Josué 5,9a.10-12
Sal 33,2-3.4-5.6-7
2 Cor 5,17-21
San Lucas 15, 1-3.11-32

Las noticias siguen matándonos la esperanza…nos ahoga la convicción de que no somos capaces de convivir con ética; la segunda preocupación de los españoles es la corrupción; la primera, el paro… trescientos políticos están encausados… los periodistas pierden credibilidad, la justicia es lenta… ¡Uf! vaya datos que aporta la reciente encuesta del CIS. ¿Tenemos certezas para esperar, sin ser ingenuos?

Este domingo de Cuaresma nos invita a volver a la casa paterna… necesitamos pasar la parábola del Hijo Pródigo de la cabeza -la hemos oído tantas veces- al corazón. Todos somos «el hijo pequeño». Personal y socialmente estamos perdiendo calidad espiritual, humana. Las circunstancias nos condicionan. Nos han hecho creer que la fuente del bienestar está en lo que poseemos, en lo que consumimos, en sentirnos bien con nuestro cuerpo saludable. Y somos marionetas en el Teatro del Mundo, cada vez más globalizado y menos personal, menos humano. Vivimos muy informados pero sin criterios, muy «a la última» pero sin tiempo para ahondar experiencias. Nos damos cuenta que tienen razón los que denuncian las carencias de nuestra cultura «líquida»: todos flotamos pero no hacemos pie; hemos perdido las raíces personales y comunitarias. El ciberespacio tiene el peligro de uniformarnos y de vacunarnos contra la vida real, contra el crecimiento y el amor verdaderos, humanos.

Podemos recapacitar y volver a desandar el camino: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre…». Toma el pulso a tus motivaciones para volver. No vuelvas para sentirte bien, para superar tu agobio o tu depresión. Vuelve porque tu Padre-Dios no te ha olvidado: respeta tus decisiones, pero te espera cada día, cada noche; puedes dejar de vivir como un libertino y volver a ser libre: «Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello y se puso a besarlo». Esta mirada llena de compasión es la que nos salva; Dios nos salva así: el Padre sólo piensa en la dignidad de su hijo: el mejor vestido, el anillo, las sandalias, el banquete de fiesta.

El hijo mayor nunca se ha ido de casa, pero no se alegra con la vuelta de su hermano a la familia. Su corazón es malo, sin amor ni cariño; no se parece al Padre que se conmueve porque ha recuperado con vida al hijo que se fue. El mayor no quiere entrar en la fiesta porque juzga y condena a su hermano… ¿Nos salpica esta hipocresía a los que nos consideramos «buenos»?. Nos motiva Pablo para entrar a la Fiesta: «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios»; así brota nuestra esperanza; la salvación es Fiesta: los judíos celebran la Pascua en la Tierra prometida porque ya no necesitan el maná; la tierra de la promesa les alimenta a todos. En esta casa, en esta tierra, cabemos todos.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.