«¿Qué hombre conoce el designio de Dios?»

«¿Qué hombre conoce el designio de Dios?»

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El propósito de conocer a Dios exige dos condiciones: una verdadera ascesis y acoger la Sabiduría que procede de Dios.


El propósito de conocer a Dios exige dos condiciones: una verdadera ascesis y acoger la Sabiduría que procede de Dios. Ascesis para salir de las ocupaciones y preocupaciones ordinarias que nos atan a los bienes terrenos, efímeros, que frenan nuestro impulso por abrirnos al Espíritu, a los planes de Dios en nuestra vida. La historia nos demuestra que los apoyos espirituales de la convivencia se derrumban con facilidad: engaños, ambiciones, violencias personales y de grupos… Sin ascesis somos incapaces de mantener compromisos estables, incapaces de mantener la constancia en la búsqueda de Dios y en el compromiso tenaz para que «venga a nosotros su Reino». Ascesis es cultivar la vida interior para entrar en el silencio en el que Dios pronuncia su Palabra, nos alienta y volvemos a sentir que «pasea» con nosotros y pone el cosmos en nuestras manos con sus manos poderosas. Los dos creando.

La ascesis nos capacita para la segunda condición que nos lleva a conocer a Dios: acoger la Sabiduría que procede de Dios. «¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría, enviando tu santo Espíritu desde el cielo?» (1ª lectura). Solo con su fuerza podemos asimilar las renuncias que propone el evangelio: a la propia familia, a la propia vida y a los bienes materiales. Solo con los dones del Espíritu podemos cargar con la cruz y caminar detrás de Jesús que confía en el designio del Padre, carga con la cruz de los pecadores y de los que se arrastran sin esperanza. «La cruz de Jesús nos recuerda a los crucificados del mundo» (Santiago Aparicio). La cruz de Jesús no es la que nos imponemos unos a otros con las críticas despiadadas, sino la de la vida personal y social que nos aleja de la Sabiduría que procede de Dios. Alejados de esta fuente de Vida somos esclavos, lobos los unos para los otros. Jesús carga con esta Cruz y al resucitar hace que creamos en la fidelidad del Padre y en su designio liberador. S. Pablo en la carta a Filemón expresa esta unión nueva en la que nos hay señores y esclavos sino hermanos. (2ª lectura).

¡Qué bien experimentó y expresó esta Sabiduría de Dios Charles de Foucauld, ¿recuerdas?: «Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo que quieras. Sea los que sea, te doy las gracias…no deseo nada más, Padre»… Dios quiere lo mejor para sus hijos. El ejemplo de Jesús con la cruz a cuestas, que resucita, hace posible que le sigamos cargando con la cruz porque es el camino para resucitar, para vencer el interés propio y experimentar la comunión que nos hace hermanos y anticipa el Reino, aunque lluevan noticias de muerte.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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NOTA: He sido destinado a la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, en la c) Ferraz esquina con la c) Marqués de Urquijo. Desde allí espero retomar esta comunicación con vosotros: «Tu siervo escucha» en la página de esa Parroquia.