Señor, Tú sabes que te quiero.
Señor llégate a nuestra orilla y devuélvenos la alegría, la esperanza.
La pesca aquella noche no se dio nada bien. En el lago de Galilea empezaron estos pecadores a conocer y seguir a Jesús. Esa noche tenían la mente y el corazón llenos de recuerdos de aquella «primavera», cuando tuvieron que subir al Maestro a la barca, apartarla de la orilla para que pudiera enseñar a la multitud que le seguía entusiasmada; ¡el lago les traía tantos recuerdos!… pero aquella noche no pescaron nada. Les embarga una sensación de fracaso, como el que experimentamos nosotros con frecuencia. Vientos contrarios, cansancio, desánimo… enfermedades, malentendidos, divisiones; lo podemos afirmar sin tapujos: sentimos, como ellos, la ausencia del Amado. La experiencia de la Pascua era y es débil aún.
-«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis»… y las redes vacías se llenaron de peces y los vacíos personales se llenaron de fe y confianza.
El primero en reconocer al Maestro fue Juan: «¡Es el Señor!». Pedro, a impulsos del amor, se lanza al mar y es el primero en ver los signos de la Eucaristía en la playa. Jesús está presente; se esfumaron las dudas y recuperan la paz y la alegría. Cuando Jesús está huyen los miedos, se fortalece la amistad y la unión del grupo y no falta el pan. Es Noticia de primera página entonces y hoy: ¡AQUÍ ESTÁ EL SEÑOR!; en la Última Cena lava los pies, ahora se nos da en alimento.
Todos nos identificamos con Pedro. Negó tres veces al Maestro y supera con creces el examen de Amor: «Señor, Tú conoces todo, Tú sabes que te amo».
Y Pedro, por amor apacienta a sus hermanos; nosotros, por amor, no damos la espalda a los hermanos en paro. La campaña de Cáritas tiene por título: ESTAMOS CONTIGO. Amar al Resucitado no es posible sin amar a los que sufren, en este día los parados.
Señor llégate a nuestra orilla y devuélvenos la alegría, la esperanza.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.
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